mitos del futuro próximo
El oeste montevideano ha sido históricamente un borde lateral, durante largo tiempo olvidado. No ha recibido más que algunas instalaciones productivas y no ha tenido nunca atractivo como sector residencial. Es un hecho que la ciudad se ha extendido, a impulsos periódicos y distanciados en el tiempo, permanentemente hacia el este. De hecho el borde oeste se ha movido unos pocos kilómetros desde la fundación de la ciudad, mientras el borde este continúa en expansión permanente, habiendo superado largamente el límite departamental.
Sin embargo esta condición parece haber comenzado a cambiar. Por la vía de las infraestructuras y las incorporaciones de nuevos usos de suelo, propios de la economía poscapitalista, el paisaje del borde oeste comienza a reformularse. Grandes equipamientos industriales, productivos y logísticos hacen su aparición de la mano del aterrizaje de grandes inversiones, propias del vigor con que las reglas de la economía global, está afectando al Uruguay.
Este territorio, que ha servido tradicionalmente a la ciudad de productos hortifrutícolas, comienza a ver alterada su fisonomía por la incorporación de un nuevo Puerto en Punta de Sayago, una Planta Regasificadora a poca distancia de la costa, un Polo Naval con astilleros y talleres de reparaciones, así como una Planta de Tratamiento y disposición final junto el nuevo Emisario Subacuático del sistema de saneamiento metropolitano. Adicionalmente las Directrices de Ordenamiento Territorial del Departamento de Montevideo, cuya puesta de manifiesto culminó en noviembre del 2012, proponen la transformación de grandes sectores de suelo rural, en suburbano para localización de Emprendimientos de Logística.
El futuro escenario para el oeste montevideano se asemeja cada vez más a las lógicas de conformación de los territorios en la contemporaneidad: una matriz de parches inconexos, cuya única claridad se encuentra en la eficacia técnica o en la eficacia de mercado. Una localización yuxtapuesta de fragmentos hiperespecíficos, sin solución de continuidad. Sin una visible forma de organización, que no sea la de la pura conveniencia y la más dura racionalidad.
La ciudad y el territorio definidos por la sumatoria de los emprendimientos y las calificaciones de uso que se proponen, se asemeja a la explosión en múltiples filamentos de una trama desflecada de accidentes variados: un galpón, una ruta para tránsito de carga, una pared de contenedores, un pequeño fragmento de tejido barrial, otros galpones, algunas piezas industriales asomándose y nuevamente trastos productivos… todo esto entre suelo rural en proceso de abandono, como resultado también, de la aparición de aquellos accidentes inconexos.
“Esta Ciudad (pensé) es tan horrible que su mera existencia y perduración, aunque en el centro de un desierto secreto, contamina el pasado y el porvenir y de algún modo compromete a los astros. Mientras perdure, nadie en el mundo podrá ser valeroso o feliz. No quiero describirla; un caos de palabras heterogéneas, un cuerpo de tigre o de toro, en el que pulularan monstruosamente, conjugados y odiándose, dientes, órganos y cabezas, pueden (tal vez) ser imágenes aproximativas.”
J. L.Borges: “El inmortal”
Se trata de las infraestructuras y los equipamientos imprescindibles para el desarrollo de la ciudad y la sociedad toda, fagocitándose en su imparable [¿?] crecimiento un gran sector de área rural. Equipamientos e infraestructuras que requieren una localización y que promueven avances necesarios para el desarrollo del país. Y que, adicionalmente, parecen estar adecuadamente localizados y razonablemente pensados.
Frente a esto surgen voces de oposición, asociadas evidentemente a los grupos sociales que conforman este territorio y que ven radicalmente transformado su hábitat. Estas voces se posicionan en el lado opuesto, polarizando la discusión y defendiendo un imaginario prístino de naturaleza intocada que tampoco resulta totalmente cierto. La zona rural también es un espacio fuertemente antropizado y si bien quedan restos de naturalidad de enorme riqueza, éstos están claramente definidos y localizados.
La lógica de la implantación dura de actividades autistas y sus gigantescas construcciones materiales, debe ser mediada por mecanismos de planificación, que aseguren la convivencia de lo nuevo con las localizaciones urbanas y naturales existentes.
¿Cómo afrontar los bordes urbanos hoy, cuando la enorme complejidad de las actividades que se localizan resulta solamente proporcional a sus tamaños?
¿Cómo pensar sectores metropolitanos que se articulan en base a la presencia dominante y central de elementos de producción e intercambio?
¿Cuáles son los conflictos que surgen a partir de las nuevas condiciones en este sector y de qué manera pueden ser orientados?
¿Es posible seguir pensando que el territorio es una superficie isótropa y homogénea que puede recibir cualquier cosa de cualquier manera?
¿Cuáles son las relaciones que debe establecerse entre los nuevos equipamientos y el paisaje rural-urbano existente, considerando los aspectos físicos pero también los sociales y culturales?
¿Qué futuro es posible construir para el sector más presionado de la ciudad sin renunciar a la convivencia de lo múltiple?
El curso de Anteproyecto IV 2013, propone reflexionar sobre estas cuestiones, realizando una propuesta para el fragmento del borde oeste de Montevideo y sus complejidades a futuro.
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