reestructuraciones económicas en el almacén de los sueños
La experiencia de la ciudad y de los territorios
antropizados ha venido modificándose en las últimas décadas, relegando
paulatinamente la condición de urbanidad
y dando paso a un sinfín de trazas, que se describen en la terminología
urbanística a partir de la incorporación del prefijo des: desterritorialización, descentramiento, desarticulación,
desmembramiento, desregulación, etc. Todos estos conceptos aluden a la
desaparición de algunas condiciones, que la gradual conformación de la ciudad
moderna, encarnó sobre la cultura humana.
Aquel
espacio urbano, lugar del acontecer
cotidiano de la vida ciudadana, construido y reinventado constantemente como
producto cultural, derivado de una práctica social específica, va dejando lugar
a nuevos procesos y fenómenos.
Los territorios en la contemporaneidad adquieren, cada vez
más claramente, un aspecto difuso y complejo, producto de la evolución de los
mecanismos de las redes productivas y las lógicas globales de explotación de
recursos. Las tendencias generales, que son visibles también en nuestro
territorio, impulsan la conformación de una matriz de parches inconexos, que
responden a las lógicas de la acumulación dictada por modelos meramente
técnicos y fabulosamente desmesurados. El resultado: una localización
yuxtapuesta de fragmentos hiperespecíficos, sin solución de continuidad. Sin
una visible forma de organización, que no sea la de la pura conveniencia y la
más dura racionalidad. Y con una alta volatilidad en la medida que la
rentabilidad disminuye, dejando a su paso enormes infraestructuras en desuso y
sectores abandonados.
Las escalas y los tiempos de las acciones resultan
generalmente excesivas y la desconexión entre operaciones, remite a un tipo de
orden imposible de ser percibido desde la óptica de aquel ciudadano, que se
orientaba interpretando el sentido de la urbanidad
tradicional.
El desafío, obviamente, no consiste en intentar reconstruir
la urbanidad histórica, lo cual
constituiría una visión retrograda por
excelencia. Tampoco exaltar las condiciones de lo fugitivo, lo transitorio y lo
vacío de la condición contemporánea, preconizando la pérdida de lo urbano. La
cuestión del debate parece ser encontrar un modo nuevo de urbanidad, adecuado a
nuestro sentir y a las actividades que hoy desarrollamos. En definitiva
construir una nueva relación entre cultura y ciudad, adecuada a nuestros
tiempos…
La costa oeste del departamento de Colonia presenta
cada vez más rasgos de posurbanidad. El sector entre la papelera de Montes del
Plata en Conchillas y Nueva Palmira, pasando por Carmelo, se ha reconvertido
radicalmente en las últimas décadas, de la mano de emprendimientos productivos
y turísticos que se acoplan con tal grado de proximidad que resulta abrumador.
En 40 km de costa se suceden paquetes de actividades aparentemente
contradictorios: una planta de celulosa [una de las más grandes del mundo], un
campo de golf, un hotel de lujo, viñedos y bodegas salpicadas de historia,
barrios cerrados, más galpones, silos y un enorme puerto aún en pleno crecimiento,
con el depósito cubierto para granos más grande del país. Todo esto
alternándose con suelo rural y alimentado por infraestructuras crecientes:
nuevas rutas, cruces sobreelevados, puertos y aeropuertos…
Así, este territorio se asemeja cada vez más a una
explosión en múltiples fragmentos, de una trama desflecada que yuxtapone
accidentes variados. Mediante la incorporación de nuevos usos del suelo, la reconversión de algunas
áreas productivas latentes y la implantación de sectores cerrados y autistas
con respecto al resto del territorio, el paisaje del sector se reformula
radicalmente. Se trata de algunas infraestructuras y equipamientos que impulsan
el desarrollo del país, fagocitándose en su imparable [¿?] crecimiento un gran
sector con carácter recientemente rural.
Frente a esto surgen voces de oposición, asociadas a grupos
sociales que conforman este territorio y que ven radicalmente transformado su
hábitat. Estas voces se posicionan en el lado opuesto, polarizando la discusión
y defendiendo un imaginario donde la calma y la lentitud reinaban. Intentando
oponerse a fuerzas muy poderosas que de la mano de sus inversiones, transforman
la realidad cotidiana de los habitantes de las pequeñas localizaciones urbanas
y balnearias.
La lógica de la implantación dura de actividades y sus
gigantescas construcciones materiales, debería ser mediada por mecanismos que
permitan ordenar y orientar la convivencia de lo nuevo con las localizaciones
urbanas y naturales existentes.
Sin embargo:
¿Qué otra cosa ha hecho el hombre históricamente, sino
transformar la naturaleza?
¿Cómo se debe enfrentar las condiciones de posurbanidad, cuando
la enorme complejidad de las actividades que se localizan resulta solamente
proporcional a sus tamaños?
¿Cuáles son los conflictos que surgen entre los nuevos
emprendimientos y el territorio histórico y de qué manera pueden ser mitigados?
¿Es posible seguir pensando que el territorio es una
superficie isótropa y homogénea que puede recibir cualquier actividad de
cualquier manera?
¿Qué futuro es posible construir para un sector en plena
emergencia de desarrollo sin renunciar a la búsqueda de un nuevo tipo de urbanidad?
El curso de Anteproyecto IV 2014, propone reflexionar sobre
estas cuestiones, realizando una propuesta para un fragmento del borde oeste
del departamento de Colonia y sus problemáticas emergentes.
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